TED HAGGARD

Nos hemos enterado que el Rvdo. Ted Haggard, líder de una de las iglesias protestantes más importantes de EE.UU., ha debido renunciar a su puesto de Pastor en su iglesia, y a la presidencia de la asociación que agrupa a cerca de 30 millones de evangélicos.

Él encabezaba esta iglesia de corte conservador, cercana al Presidente Bush, que participa del Partido Republicano y ha abogado en favor de la prohibición del matrimonio homosexual.

Ha renunciado luego de tener que admitir que durante los últimos tres años ha mantenido una relación homosexual con un hombre -"escort"- en una ciudad estadounidense. También ha admitido haber comprado drogas, aunque ha negado su uso, como ha negado haber tenido sexo con este hombre.

El Rvdo. Haggard, de 50 años, es casado y padre de cinco hijos.

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Más allá del contenido tremendo y dramático de esta noticia, que no es la primera y por cierto no será la última de hombres con conductas homosexuales encubiertas que persiguen a los homosexuales, esto mueve a reflexionar acerca de la naturaleza del hombre y de los valores que lo inspiran y, sobre todo, si estos valores reconocen algún "género" específico, si pertenecen o son patrimonio de un "genero" determinado.

La iglesia del Rvdo. Haggard ha aceptado su renuncia tras su reconocimien-to de haber incurrido en conductas sexualmente reprochables. La primera duda que surge es si el hecho de que engañara a su esposa con un homosexual acentúa el disvalor en que incurrió. ¿Habría sido lo mismo si se hubiera tratado de una mujer?

Tengo la impresión que la sola mención de la palabra "gay" u "homosexual" en el contexto "pastoral" del Rvdo. Haggard, es más que suficiente para producir una condena tremenda e iracunda, pues es como si la pestilencia misma se hiciera carne. Reverendos Haggard y esas iglesias hay muchas en el mundo, incluso en nuestro país.

Y creo no equivocarme al pensar que de haberse tratado de una mujer, el Rvdo. Haggard habría sido rápidamente exonerado, como el Presidente Clinton.

Estos episodios siempre me traen una pena grande al corazón, sobre todo por ellos mismos, pues se hace tan patente la tremanda realidad del dolor en que deben haber estado sumidos como personas disociadas, como personas que están tirando la piedra contra alguien sabiendo que ese es el mismo lugar que también a ellos les corresponde.

La verdad es que cada día entiendo más ese concepto a veces lejano e inasible que es el de "caridad cristiana", pues la voy entendiendo como amor al ser humano en toda su extensión y complejidad.

Y lo interesante es que cuando voy comprendiendo esto -a pesar de ir de dolor en dolor- me siento más compasivo, más indulgente, más tolerante, más servicial, más acogedor y más empático con quienes, como yo, han debido padecer este tipo de circunstancias.

Lo verdaderamente importante que dejan estos episodios, me parece, es que sólo volviéndonos hacia el ser humano, queriendo a cada mujer y hombre en concreto, seremos capaces de ser verdaderamente evangélicos, guiados por un verdadero pastor, encarnando a pesar de la posición que ocupe, esos valores.